Por más que el escenario económico y productivo imponga nuevas reglas, Martín Espósito es claro: el camino de la industria gráfica debe orientarse hacia una mayor eficiencia. “Creo que la industria gráfica no va a estar exenta de lo que pasa con otras industrias. El foco va a estar en lograr mejores costos, ser más productivos y, así, más competitivos, sobre todo ante una posible apertura de las importaciones”, señala.

Aunque reconoce que algunos segmentos compiten más con el exterior que otros, advierte que la competencia interna también es cada vez más fuerte. “Ya no se trata solo de trasladar aumentos a precios o acumular stock de materias primas. Hoy el eje es la eficiencia.”

UNA INDUSTRIA TECNIFICADA, PERO CON DESAFÍOS

Consultado sobre las fortalezas del sector, Espósito destaca el grado de tecnificación alcanzado: “Tuve la posibilidad de viajar y conocer muchas empresas gráficas en el mundo, y no tenemos nada que envidiar. Cada una se adapta a su segmento, pero tecnológicamente estamos bien parados”.

Sin embargo, identifica una deuda pendiente: el conocimiento. “El desafío más grande hoy es la formación del capital humano. No es un problema solo de Argentina: lo escuché en otros países también. Pero tenemos que ocuparnos desde nuestro lugar. Profesionalizar, formar y acompañar a quienes trabajan en la industria gráfica es fundamental.”

LA PASIÓN COMO FACTOR CLAVE EN LA CAPACITACIÓN

Desde su doble rol en Fundación Gutenberg y Farmográfica, Esposito insiste en la importancia de abordar no solo los aspectos técnicos, sino también las habilidades blandas. “Tenemos que trabajar sobre el liderazgo, la dedicación, el compromiso. Lo que más se perdió en el último tiempo es la pasión por el trabajo, y sin pasión es muy difícil sostener cualquier proceso de formación.”

Para él, la pasión mejora cualquier experiencia formativa: “Cuando hay pasión, todo se activa. Aparece la curiosidad, las ganas de preguntar, de investigar. Es un combustible que no puede faltar.”

EL LIBRO COMO SÍMBOLO QUE TRASCIENDE LO DIGITAL

Sobre el final, Martín se detiene a pensar en el libro impreso como producto cultural. “Siempre vuelvo a esa idea de que el libro no va a desaparecer. Podrán crecer el e-book o el streaming, pero el libro físico tiene un valor simbólico y emocional que no se reemplaza.”

Y concluye con una convicción que une oficio y vocación: “Para quienes trabajamos en gráfica, ver un libro terminado en manos de un lector sigue siendo una de las cosas más especiales. Y por suerte, las nuevas generaciones también lo están redescubriendo.”