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De Gutenberg a Zuckerberg: El rol del libro en la sociedad actual

DG. María Laura Garrido

Autora

DG. María Laura Garrido

Publicado

28/07/2023

De Gutenberg a Zuckerberg: El rol del libro en la sociedad actual

El libro es un elemento central en la historia de las civilizaciones. Pero, así como es motor de cambio, su uso y condiciones de producción se ven afectados por los avances tecnológicos. Desde la revolución iniciada por Gutenberg hasta la penetración de las redes sociales en nuestra cotidianidad, el libro ha atravesado cambios fundamentales.

María Laura Garrido es la coordinadora de la Diplomatura en Diseño y Producción Editorial de Fundación Gutenberg. En abril de este año, se realizó la exposición “Sello del Buen Diseño”, organizada por el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, donde tuvo lugar un debate sobre estos cambios considerando la perspectiva histórica

Tomando la exposición como punto de partida, María Laura nos ofrece una perspectiva detallada del lugar que ocupa el libro en nuestra sociedad y hacia dónde se encamina.


-¿Cuál fue el foco de la presentación realizada en el Sello del Buen Diseño?

-Nuestra participación en el Sello del Buen Diseño fue una presentación en la que analizamos si la industria editorial está preparada para los tiempos de cambios y, en ese análisis, al libro lo tomamos como paradigma dentro del sector editorial.

Lo que nos interesa plantear, en el mismo sentido que lo hacemos en la Diplomatura, es abrir el juego y establecer que la industria editorial es más que el ámbito de la producción y lo tecnológico. Es decir, cubre muchas más aristas que la mera suma de los avances de la tecnología, y que la tecnología está atravesada por factores culturales y sociales que impactan en la construcción de un público/audiencia y de un mercado que está constituido por personas que cumplen diferentes funciones.

Tomamos como punto de partida inicial la revolución de Gutenberg con la imprenta y repasamos rápidamente una línea de tiempo para entender que siempre fueron tiempos de cambios. Por eso decimos “la industria editorial en tiempos de cambios”, en el sentido de que los tiempos de cambios siempre fueron característicos de esta industria que se fue adaptando y, a su vez, fue generadora de los cambios que impactan tanto a nivel social como cultural.


-¿En qué aspectos se determinaron los cambios del libro a lo largo de su historia?

-Al libro lo usamos como hilo conductor, pero en realidad tenemos que analizar la lectura. Ese es el vínculo que hay entre el usuario y este artefacto cultural, y es lo que se produce al interior de la industria gráfica. Entonces la lectura en sí es una actividad que se fue modificando merced a la tecnología y eso ha impactado en las prácticas sociales.

Hoy hablamos de una lectura expandida. La tecnología abrió nuevos campos de aplicación y usos. Entonces hablamos de convergencia cultural y convergencia; de hibridación entre el papel, lo digital y hasta lo sonoro y lo lúdico. Por ejemplo, la saga de Harry Potter surgió siendo un libro y después se expandió como experiencia a otros espacios que también alimentaron a la industria del libro. No es que existieron independientemente, sino que coexistieron.

Hoy está pasando y eso hace que la industria específica del libro, en vez de achicarse, crezca. Las prácticas de las lecturas también crecieron. Hoy se repite mucho que los jóvenes leen cada vez menos. Yo no creo que sea así porque leemos plataformas digitales, leemos el celular, nos informamos a través de la pantalla. Entonces la lectura se expandió como práctica y eso también impacta en la industria editorial y del libro.


-Si bien las pantallas no significaron el fin del libro, ¿Cambiaron la calidad y la cantidad de la lectura?

El tipo de lectura es distinta, ni mejor ni peor. Para mí, lo que dejaron en evidencia es que la lectura no disminuyó, sino que cambió. Es cierto que se modificó el tipo de lectura concentrada y lineal propia del impreso porque hoy se lee mucho en pantalla. Hay un gran segmento de la población joven que puede informarse por las pantallas pero después va al impreso cuando hay algo que le interesa, porque la lectura en papel es inmersiva e introspectiva.

Yo creo que cuesta entender el tema porque estamos inmersos en el momento actual, pero los cambios se empiezan a ver con mayor claridad con el tiempo. En estos últimos 10 años surgieron muchas editoriales pequeñas, que están hablando de un cambio en el mercado editorial, no de una anulación del mercado. Por ejemplo, muchos editores me comentaron que durante el tiempo de la pandemia se produjeron, se imprimieron y se editaron más títulos que en los años anteriores.

Entonces, ante esa realidad yo me pregunto qué está pasando. No es que se esté imprimiendo menos, sino que probablemente la cadena productiva está modificándose. En este escenario, podemos considerar que los centros productivos antes eran una determinada cantidad y hoy son más, lo que lleva a pensar que tal vez los emisores, a nivel individual, producen menos porque el mercado está más repartido. Si vas a la Feria del Libro o a las Ferias de Editores, que ya constituyen un fenómeno que ganó un montón de mercado, sorprende no solo la cantidad de pequeñas editoriales, sino también la cantidad de libros publicados.

-Las redes sociales facilitaron que las personas se convirtieran en medios de comunicación. ¿Ocurre un fenómeno similar con el libro?

-Hoy observamos una democratización producto de lo digital. Hace poco en una clase de la carrera de diseño decía que estamos asistiendo a una nueva época de lo que fue el surgimiento de Gutenberg, que no solo significó la posibilidad de hacer más libros en menos tiempo y ganar plata más rápido, sino también de inmensos cambios culturales y sociales. Acá podemos contar la alfabetización, el surgimiento de las universidades a corto plazo, la formación de nuevos lectores y de nuevos contenidos. De esta manera se generó un fenómeno que fue más allá de la reproductibilidad del libro impreso: se produjeron fuertes cambios a nivel social, cultural y económico, por supuesto.

Hoy en día, estamos, desde mi punto de vista, asistiendo a una situación similar. Lo digital también abrió, democratizó, popularizó y multiplicó la posibilidad de acceso, que antes era mucho más compleja; para consultar una fuente había que ir a una biblioteca o comprar el libro que, en el mejor de los casos estaba al alcance de la mano, pero sino había que comprarlo en el exterior y esperar un par de semanas hasta que llegara. Todo eso hoy cambió, con un par de clicks y buen criterio podés acceder a un montón de información. Eso también favorece a quiénes generan esos contenidos.

Todo esto puso en valor el rol del editor. Siempre fue importante, pero ahora hay más cantidad de canales, que reclaman una acción conjunta de editores, autores y productores en los multiespacios que se empiezan a generar.


-¿Cómo entra en juego la impresión a demanda en esta dinámica?

-La impresión a demanda fue un cambio fuerte en el paradigma productivo que impactó fuertemente en la dinámica de productores y lectores. Este tipo de impresión favoreció el surgimiento de pequeños productores que, a su vez, propició un engrosamiento del público lector. Y toda la cadena se activó, porque este fenómeno animó a la generación de contenidos –más autores, más escritores– que produjeron nuevos nichos de lectores que podían acceder a textos que antes no estaban disponibles o simplemente no podían hacerse por una cuestión de costos.

La gente siente que tiene mucho por decir y que el canal de la palabra impresa sigue más vivo que nunca. Porque, si está escrito, permanece, y si está escrito tiene valor. Esto forma parte de nuestro ADN cultural.


-¿Cómo se relaciona lo editorial con otras plataformas?

-La producción de contenidos editoriales u otros tipos de contenidos, amplían las miradas y generan nuevos grupos de pertenencia. Sin duda se trata de un fenómeno interesante. Hay sagas que formaron fandoms, que son tribus de pertenencia, que muchas veces se organizan en torno a un libro impreso o una película. Hoy la industria cinematográfica se encuentra muy alineada con la industria editorial.

No solamente el libro le da salida a la película, sino que a su vez la película resignifica el libro y hace que la gente vaya a comprarlo, como ha pasado con muchas historias. Siempre estuvo ese vínculo, pero me interesa destacar las dinámicas que se producen alrededor, como la generación de estos grupos que se vinculan a través de las redes sociales para seguir compartiendo intereses comunes más allá de la lectura del libro. Gracias a las tecnologías de la comunicación, el fenómeno es mucho más amplio. La industria editorial se favorece con este escenario porque surgen otros contenidos, como libros de los propios consumidores, versiones de las versiones. Aquí se produce un diálogo que amplía un poco los productos que antes eran más lineales, y ahora son más diversos.


-Este diálogo que mencionás, ¿Cómo afecta hacia el interior de la industria?

-Hay cuestiones que nos atraviesan fuertemente en la industria, como es la carestía de papel o la contaminación de determinados procesos químicos. Ante eso la industria se está revisando, lo cual está muy bien, pero también impacta. En ese contexto, la convergencia con lo digital posiblemente sea una alianza necesaria. Es un enfoque que no podemos perder de vista los que somos actores de la industria editorial. Me parece que negar eso sería absurdo y nosotros tenemos que verlo para entenderlo y resolverlo de la mejor manera.

Siempre están los fundamentalistas que dicen “no quiero un libro más, no matemos a los árboles”. Entonces para dar respuesta, primero hay que analizar la lógica de ese pensamiento y plantearse que hoy debemos entender que se está modificando el mercado del papel y tenemos que hacerlo de una manera diferente, más racional. Todo eso hace que los actores de esta industria tengamos que estar informados y empezar a dar respuesta, por ejemplo al plantear que seguramente sea mucho más atinado no producir masivamente.

Antes, para que resultara rentable se producían grandes cantidades de impresos, y a veces el mercado no absorbía esa producción, generando desecho de libros no usados. En este sentido, la impresión por demanda empieza a dar respuesta a estas cuestiones.

-¿Qué considerás del género educativo como punto de convergencia de los recursos tecnológicos con la industria editorial?

-Las ediciones educativas son un segmento que considero bastante descuidado. La producción editorial infantil sin dudas creció inmensamente en los últimos 50 años. Pero lo educativo lo veo como punta de lanza. Hace unos años empecé a trabajar el tema de la vinculación entre la educación y los videojuegos, porque creo que es un campo riquísimo para prestar atención y desde ahí nos vamos a ir sorprendiendo mucho.

Un ejemplo de cómo cambió la integración de la educación con la tecnología dentro del aula es que hasta hace unos años atrás se decía “guarden sus celulares”, mientras que hoy yo digo “usen sus celulares” porque les propongo cuestionar un determinado tema, les digo que investiguen y comparen lo que encuentra cada uno.

En este contexto, los videojuegos son también una superficie de aprendizaje porque están insertos en las prácticas de todos, no solo los chicos. Son cuestiones que fueron cambiando. Después depende del uso que le des. Podés usarlo de manera constructiva, traer la convergencia a lo que estás haciendo o no. Por eso pienso que desde la educación sería descuidar un espacio riquísimo que crece minuto a minuto porque estamos hablando de realidad aumentada, de experiencia de usuario y ni hablar ahora lo vinculado con la inteligencia artificial.


-¿De qué depende profundizar la integración con otras plataformas?

-Es responsabilidad de los que nos movemos dentro del ámbito de la comunicación estar informados para generar el mejor diálogo posible. Hoy el libro es una superficie de integración que sigue siendo un referente de aprendizaje, de conocimiento y de entretenimiento porque condensa todas esas facetas.

Además, como decía, sigue propiciando una lectura inmersiva que apuesta a la intimidad, apuesta a la introspección. En los tiempos en que estamos inmersos, esa introspección es muy necesaria. Siempre fue ese espacio propio ganado, pero no es un espacio con uno mismo, sino que es un espacio con otro, es un diálogo. Entonces, desde ese lugar siempre es un espacio de apertura y allí se instala fuertemente, en contraste con las pantallas.

Internet es un facilitador de la comunicación, pero en esa democratización de la que hablábamos, los controles son menos explícitos. Me refiero a control en el sentido de la curaduría que podríamos hacer de los contenidos. El libro sigue siendo un espacio en el que, como actúan varias personas en su confección, el contenido está revisado, curado, y creo que por eso sigue siendo un referente respetado, en el cual, producto de las nuevas realidades, convergen muchos otros actores que hacen que la pieza editorial sea interesante. Pero también considero que ese espacio se tiene que revalorizar con un fuerte replanteo desde los medios de publicación.


-¿Cómo se preserva la calidad de esta “curadoría”?

Se preserva con la acción conjunta de autor-editor-productor. En parte ya podemos observar esto en la cantidad de productos autogenerados que favorecieron las nuevas tecnologías de la industria gráfica.

Parece una tarea sencilla pero está totalmente atravesada por un montón de fenómenos particulares y específicos, como estuvimos revisando. Cuando los mercados se complejizan, me parece que se hace mucho más evidente el funcionamiento de las partes capacitadas. Entonces, sin duda hoy el editor empieza a ser más necesario con un perfil más armado, más formado y más informado, en contraste con el anterior que estaba mucho más invisibilizado. Esta tarea se presenta como un trabajo en conjunto entre editores, autores, diseñadores y productores, un espacio que reclama capacitación y conocimiento para afrontar los nuevos tiempos de cambios en la industria editorial.


DG. María Laura Garrido
Profesora y Coordinadora General de la Diplomatura en Diseño y Producción Editorial

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